En ese tiempo yo vivía con un pié en Xalapa, y el otro en los bachilleratos tecnológicos del estado de Veracruz, y no pude resistir la oferta de colaborar con el ALEPHZERO, un boletín electrónico e impreso que me había presentado Alfredo Campos Enríquez, de la BUAP, y con quien compartí el gusto por la astronomía y las computadoras por ahí de 1999.
La primera idea que me vino a la mente fue que ALEPH fue la primera letra del alphabeto, parecida a nuestra letra A pero que 'de cabeza' disimula la de un toro; también me hizo pensar en el nombre del cardinal de los números naturales y advertí que mis iniciales enunciaban a los reales (|R) y los racionales (|Q); puestas las herramientas y ya que planeaba una columna de divulgación científica tenia que ligarlas a una frase cotidiana, del sentido común y así con el primer nihilus obstat... nació Al Toro por la ciencia.
Intentando tomar la ciencia por los cuernos de una manera común, racional, real y craneada, de la que se quedó el gusto por encontrar toritos en el desalucine sinestésico diario.