Fue en los años 80, cuando Iracheta, físico de la UNAM y apasionado por la meteorología saltó a ser el weatherman en Hoy Mismo, la revista matutina de noticias de los periodistas Guillermo Ochoa y Lourdes Guerrero que se transmitía en el famoso Canal 2, el Canal de las Estrellas. Iracheta, tal vez copiando un formato americano donde el Tipo del Clima, es un referente obligado para organizar el día y que es adorado por la forma en que ameniza su sección, o tal vez inventando un nuevo formato en el que la ciencia y los experimentos llegaban los viernes por la mañana y se repetían en sábado para los niños. Dichos experimentos y preguntas inteligentes de Iracheta se convirtieron, pasado el tiempo en 2 libros: La ciencia Recreativa y El Perico Consentido. según sus palabras: “ejercía el arte de traducir la ciencia a la sociedad”.
El termino Divulgación de la ciencia, que puede referirse literalmente a: llevar la ciencia al vulgo, en realidad se refiere a la acción, que desde aquellos tiempos en que naturalistas como Galileo decidían escribir sus textos científicos en lengua vulgar en vez de en latín, cosa que acercaba al público en general el nuevo conocimiento en vez de aislarlo a unos cuantos conocedores; vestigios de estas prácticas monopólicas – del conocimiento – aún quedan en algunas clasificaciones científicas de la biología, en la mala letra de los médicos al escribir las recetas a sus pacientes para que solo puedan ser interpretadas por sus farmacéuticos o boticarios y por supuesto en el lenguaje científico que pretende ser breve pero el costo es poco inteligible por la población en general.
“La Ciencia Recreativa, publicación dedicada a los niños y las clases trabajadoras”, fue una colección de 90 cuadernillos publicados entre 1871 y 1879 con historias comunes en donde la ciencia era la protagonista, historias que contaban el descubrimiento de nuevos planetas como Neptuno y Plutón – que desde hace 14 años ya no es considerado como tal–, la explicación de la neblina, la nieve, la historia del café, los aerolitos, el telescopio y el microscopio, la naturaleza de la luz, el sol y las estrellas, las abejas y la industria eran el contexto de dichas historias noveladas. Dichos cuadernillos solían ser de 36 o 40 páginas y llegaban a costar 1 y 1/4 Reales – algo así como un diezmilésimo de peso actual, $0.0001 MXN – y tenia entrega catorcenal.
El Agrimensor, por el Colegio de Minería, José Joaquín Arriaga era el autor de dichos cuadernillos, el titulo de agrimensor es ahora conocido como Ingeniero Topógrafo, y aunque la historia del periodismo mexicano lo considera un escritor religioso debido a sus inicios en la industria editorial, en el mundo es un referente de la novela científica y divulgación de la ciencia. Arriaga nació en la puebla de Los Ángeles el 11 de enero de 1831 (aunque algunas malas traducciones de january lo sitúen en junio) a unos años después de consumarse la independencia y murió en la Ciudad de México el 10 de septiembre de 1896. Promotor de vocaciones y sociedades científicas, fundador de revistas, periodista y burócrata, actualmente apenas es recordado en una calle de la colonia obrera en el centro la ciudad de México, y en el Reconocimiento al Merito que ofrece bienalmente el Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la ciencia.
Publicado por PeriódicoYa El jueves 10 de septiembre de 2020, 124 aniversario luctuoso de D. J, J, Arriaga.